domingo, julio 30, 2006

Esta es la última foto que tomé de Montréal. La puesta del sol de ayer sábado a eso de las 8:30 pm sentada en una banca frente al río en un parquecito. Creo que sólo esta foto refleja mi estado de ánimo en estos momentos: melancolía, belleza, felicidad, tranquilidad. Ya mañana será otro día.
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sábado, julio 29, 2006

Y volver, volver, volver

Pos me voy de este país. Dejo Canadá pero seguramente volveré; quizás antes que después. El lunes agarro carretera de vuelta a México y espero estar durmiendo en mi casita para el fin de semana. Así que si no escribo, es que estoy manejando... Muero por ver a la raza.

...


Agárrense que ‘ai les voy!!!

jueves, julio 27, 2006

Las causas

Hay días como hoy, en que me pregunto qué maniobras del azar me trajeron hasta aquí. Vamos, que una viaja kilómetros y kilómetros de su pueblito natal donde se tiene una vida construida, una casa, un carro, familia y amigos para que así nomás unas vacaciones te vengan a romper el esquema (como si no fueran suficientes todas las veces anteriores en que una se ha roto la crisma y el esquema).

Lo cual me recuerda –inevitablemente- a ese poema de Borges; “Las causas” que dice:


Los ponientes y las generaciones.
Los días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.


P.D. Me derrito en Montreal, la ola de calor es casi casi victorense...

lunes, julio 24, 2006

El metro en Montréal

Después de un día de caminar como loca, decidí utilizar el metro en Montreal para moverme de un lugar a otro para beneficio de mis piecitos que ya no aguantaban más.
El sistema es muy eficiente a pesar de que no cuenta con accesos para personas con sillas de ruedas. Escaleras por todos lados, pero ningún elevador. Aún así, me encantó la disposición de las estaciones conectadas a los centros comerciales, edificios gubernamentales, universidades y bibliotecas. Se puede ser un topo en esta ciudad y no ver la luz del día, lo cual parece que está diseñado así por aquello de los duros inviernos.

Un pasillo del metro en la estación Place des Arts Posted by Picasa

viernes, julio 21, 2006

Versión corta de cierto encuentro en una estación del metro

-Parlez-vous français ?, preguntó, mientras ascendían por las escaleras eléctricas
-Pas beaucoup, respondió.
-English?
-Yes, English.
-Oh, ah, mmm... can I invite you a coffee? I think you are verrry prrety.
-Pardon me?
-Yes, do you want to go out with me? I am H...
-Oh.
-So, please, would you go out? I will give you my number, you call me, OK?
Mientras escuchaba, ella pensaba, una forma rápida y sutil de mandarlo a la goma.
-Sure, give me your number, Ill give you a call.
- Where are you from?
-Mexico
-Ah! Mexican! Great.
-Yeah, it's great. Ok, I''ll see you, ok?, I'll give you a call, le contestó, mientras se alejaba de la estación lentamente y pensando que el calor estaba de la shit.

domingo, julio 16, 2006

El príncipe de las mareas

Acabo de terminar de leer “The Prince of Tides” de Pat Conroy. Al principio me resistí a la lectura, pero en realidad, tengo pocas opciones para evadirme y más cuando no soy una amante de la naturaleza y la contemplación extática (esa la dejo para las noches y el techo es el único recipiente de tales éxtasis solitarios).

Así que, repito, terminé de leer la novela. Puedo dibujar tantas semejanzas y disimilitudes con mi propia historia en la ficción leída, que sería verdaderamente aburrido y absolutamente imperdonable el siquiera intentarlo. A pesar de ello, por alguna razón sólo conocida quizás por mí y algunos iniciados en mi biografía (pobres) la lectura me ha dejado abatida por completo. Y no es sólo la tragedia de una vida como cualquier otra –con todas las cosas excepcionales que las vidas como cualquier otra tienen-, no es sólo la pérdida de los amores que te sostienen a fuerza de memoria, no es sólo el recuento sucinto de un pueblo pequeño y catástrofe impávida de sus habitantes, no son sólo los fantasmas y alucinaciones que reviven en la histeria de sus personajes.

Es algo más. Algo que se asoma cínico y desalmado desde los insondables misterios de mi enfurecida psique que escupiendo al cielo piensa que así voy a reaccionar.

Y de una vez lo grito pa que luego no me digan qué es lo que estoy pensando (ya se sabe, los amigos creen que están dentro de nuestras cabezas y que saben exactamente cómo nos sentimos, qué pensamos y por qué hacemos las cosas que hacemos). Pienso en una pequeña ciudad al norte de México. Una horrenda ciudad asquerosamente conservadora. Una ciudad-trampa. Una ciudad habitada por mercenarios y sicarios de primera, por políticos de quinta, educadores de cuarta y ciudadanos de tercera. Una ciudad que tengo metida por debajo de la piel. Ese nauseabundo y caluroso punto del universo (de este universo) es la perdición de sus hijos e hijas. Es Cronos y Gea en absoluta complicidad. Y mientras el padre devora a los hijos, la madre sale a tomarse un café al Casino Victorense.

Esa ciudad me duele. Me duele hasta los dientes. Me duele ser hija de esa ciudad y me duele ser tan estúpida y encabronadamente su abnegada descendencia.

Aquellos que lograron huir, nos incitan a los atrapados en sus redes viales que escapemos. Sólo hay que tomar una carretera y salir huyendo. Pero no lo hacemos. Somos como el príncipe de las mareas. Aferrados a nuestra isla como al último totopo con sal sobre la faz de la tierra, así nos cueste la vida.

Y la vida nos ha costado. Yo no soy la princesa de las mareas. Cuando mucho soy el remedo de la Princesa Coja. La princesa en jeans, tenis y playera de a dólar que se rehúsa a ser todo lo grande que su principado le exige. Soy la princesa que cojea por las calles de Victoria agradeciendo los golpes que me da la tierra en que he nacido y que me ha dado y me ha quitado todo.

No se confundan aquellos que se dicen mis amigos. No es que sea triste. No. Estoy triste (que es la maravilla del castellano, esa diferencia sustancial que el francés y el inglés no tienen: la diferencia verbal entre ser y estar, entre el estado permanente y el temporal). El Norte del Norte me ha mostrado burlón y humillante mi falta de refinamiento, mi carencia de habilidades sociales, mi incapacidad para crear nuevos lazos afectivos de motu propio (pero un día pagará caro tal osadía). Pero además, me ha mostrado por qué detesto tanto a esa ciudad de la que tanto hablo. La odio con cada jodido y maldito gen que me compone porque es mía. Porque la amo más de lo que alguna vez he amado a un hombre, a un amigo, a un familiar. Amo esa ciudad porque soy yo misma gracias a ella. Y sin embargo, soy feliz (aquí sí). Soy feliz porque cada huída de las fauces del bestial remedo de urbe en que vivo sólo reafirma mi infinito amor por ella, por mi familia, por mis amigos y amigas, por esos hombres amados y perdidos siempre fuera de ella (imposible amar a un hombre y vivir ahí, la ciudad no me lo perdonaría nunca).

Estoy feliz (agréguese el estado temporal al permanente) porque sé que volveré a mi pequeño averno particular en pocos días. Mientras eso sucede, tendré un par de devaneos con otros pueblos y otras ciudades para volver a ella. Ahora sí, me voy. Tengo algunas memorias que llorar y ya se mojó el teclado.

sábado, julio 15, 2006

Un dîner mexicain

Ce soir nous avions un petit dîner très agréable avec nos voisins, les Tremblay. Nous avons mangé le poulet à la pibil, le riz avec le maïs et des bines noirs. J'avais un temps merveilleux avec eux, comme d'habitude. Merci Jocelyne, André et Éric. Je vous aime.

Pues sí, hoy estuvimos de manteles largos con los vecinos. La familia Tremblay; Jocelyne, André y Eric. El día se pasó en la cocina, armando los platillos… y yo pensando que el méndigo pollo pibil nunca se iba a terminar de cocinar porque olvidé descongelarlo. Pero al final, todo salió bien. Una cena mexicana en medio de las montañas canadienses. Yummie.(Nomás faltaron las tortillas, pero de todas formas terminé con la barriga repleta).


P.S. Con éste ya son 100 los post que escribo. Confeti y fanfarrias, por favor!!!

viernes, julio 14, 2006


De hueva... Posted by Picasa

Papando moscas



Y luego dicen en Texas que las cosas son más grandes allá... nomás vean el tamaño de la mosquita... así se las cargan en Canadá (que conste que el encendedor es de los bic grandes...).

lunes, julio 10, 2006

El universo cíclico

(Con información tomada de "The Epoch Times", versión Ottawa)

Entre una de las muchas monerías ideadas por Einstein (sí, ése mero) en su archifamosa teoría de la relatividad se encontraba otra modesta teoría llamada de la constante cosmológica; con ella explicaba por qué, a pesar de la fuerza de gravedad, el universo no se contraía como uva pasa poco a poco hasta consumirse por completo. Claro, el viejo después se echó pa’tras diciendo que eso de la constante cosmológica era la pifia más grande que se le había ocurrido (la mera verdá, sospecho que andaba empeyotado o algo así).

Y pos ora resulta que siempre sí, que no estaba tan mal eso de la constante cosmológica porque científicos de la universidad de Princeton en Estados Unidos y Cambridge en el Reino Unido, han descubierto que el universo sí se expande y además lo hace a una tasa creciente, y esta teoría modela la observación anterior que ni mandada a hacer.

Según los físicos Paul Steinhardt y Neil Turok (y vayan a reclamarles a ellos) el meollo del asunto es más o menos así: “si la constante cosmológica es utilizada para aproximar la expansión del universo, ¿por qué entonces es su valor un googol (1 con cien ceros) de veces más pequeño de lo que se esperaría si el universo se hubiese formado bajo la aceptadísima teoría del big bang?”. (O sea que, efectivamente , el universo es un pañuelo). Según los científicos, para que la constante cosmológica alcance el valor estimado presente, se tendría que tomar mucho más de los 14 millones de años de edad que se dice tiene nuestro universo (a menos que se quite la edad, ya sabemos cómo es la vanidad).

Pero, ahí no acaba la cosa, nuestros estimados físicos arriba mencionados, nos dicen que si el tiempo existiese antes del Big Bang, y si la materia se recreara más o menos cada tres trillones de años, entonces, la constante cosmológica tranquilamente y fumándose un cigarrito declinaría hasta el nivel que se observa hoy en día.

Steinhardt y Turok, denominan a su teoría con el lindo nombre de “teoría del universo cíclico” (apesta a nebulosa esotérica, ¿verdad?). En esta nueva teoría, el universo pasa la mayor parte del tiempo con una pequeña constante cosmológica, y la creación de materia repetida significa que cada ciclo de expansión incluiría una cantidad significativa de materia. Es complejo el asunto, lo sé.

El asunto es que la teoría del universo cíclico, se une a otras teorías que intentan explicar el misterio del principio antrópico que establece que la constante cosmológica tiene valores distintos en diferentes partes del universo. Esta teoría establece que vivimos en un lugar extaño donde la constante cosmológica tiene un valor bajo, ideal para la formación de estrellas, planetas y vida (algo así como Latinoamérica, comparada con los yunaited, que tendría un valor alto).

Otra de las ideas que rondan por ahí, es la famosísima teoría de las cuerdas, que sugiere que hay miles de millones de universos distintos, cada uno con constantes cosmológicas distintas e incluso leyes físicas diferentes a la nuestra.

Preguntas y reflexiones:

  • Es interesante cómo con la física se parte de muchos supuestos para establecer otro supuesto: Si el tiempo existe, si la materia se recrea, si la teoría del big bang es cierta, si el universo tiene la edad que se dice… vamos, que muchas incertidumbres para acabar en otra más, ¿no? Igualito que las elecciones.
  • ¿Andaba empeyotado o bajo el efecto de algún psicotrópico Einstein cuando se le ocurrió lo de la constante cosmológica? ¿Qué me dicen de Steinhardt y Turok? Igual que las demás suposiciones… todo queda en conjeturas.
  • De existir todos esos miles de millones de universos con distintas constantes cosmológicas y distintas leyes de la física, ¿no sería mucho pedir que mandáramos al Jelipillo a uno de esos? Digo, si se puede nomás…

viernes, julio 07, 2006

Still here...

Pues sigo en este país del norte, aunque mi cucharón está acongojado. Chale. Estas elecciones me han dejado de un azul asqueroso y lo digo en todos los sentidos posibles. A pesar de todo, o quizás a causa de ello, ayer disfruté el concierto de Amparanoïa en el marco del Festival Internacional de Jazz de Montreal con una furia casi adolescente.


Y ahí estaba, levantando mis brazos, coreando las rolas, brincando en mi sitio, rodeada de una banda muy prendida a pesar de que la mayoría no entendía una jota.


Hubo más… New Cool Collective estuvo genial, pero la verdad, el grupo de la Amparo, medio me planchó las arrugas, me cae.


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lunes, julio 03, 2006

Poca gracia

Este es el peor chiste y no estoy contenta.

Lo único que me queda es pensar que Tamaulipas ya no es priísta (chale, hasta el tercer lugar, pobre Geño).

domingo, julio 02, 2006

Con flojera...

Pos aquí estoy, esperando resultados preeliminares a falta de algo mejor qué hacer.
Llegué de Ottawa en la tarde muerta de cansancio después de la jornada maratónica del día nacional de Canadá. Doce horas en rojo y blanco por las calles, banderitas, ridiculeces andantes, música, espectáculos, fuegos artificiales, jarta vendimia y mucho caminar.
‘Ai luego les paso fotos.