jueves, junio 24, 2010

Fírmele

- Firme aquí de recibido el equipo.
-¿Y el equipo?
-Se lo entrego hasta que firme de recibido.
-Pero no lo he recibido.
-No se lo puedo entregar si no me firma de recibido.
-¿?
-Firme que recibió el equipo y se lo entrego.
-Pero ¿cómo firmo que lo recibí, si no lo he recibido? Es absurdo.
-Si no firma, no se lo entrego. Ésas son mis instrucciones. Firme de recibido.

miércoles, junio 16, 2010

De cómo la autora de este blog detesta ver su casa inundada por gente.

En este momento cuento cuatro persona que no viven en este hogar trajinando, llevando y trayendo. El ruido del mototaladro haciendo lo suyo bajo las experimentadas manos del señor Toño, nuestro albañil de toda la vida, quien justo colocará un nuevo cuadro de mi hermano en la pared grande de la sala; Andrea limpiando aquí y allá, su hija escabulléndose y apareciendo repentina y silenciosamente en lugares inesperados. Mi madre girando instrucciones en un idioma que suena a español mexicano tamaulipeco, pero que no alcanzo a comprender: "hay que comprar unos empaques planos para los vástagos de las llaves" y expresiones similares.
Yo (que soy inútil e ignorante en cuestiones de reparaciones domésticas) quiero encerrarme en mi cuarto, lo que es imposible, porque en cuanto termine el señor Toño con el cuadro, continuará sus tareas cubriendo el boquete del viejo aire acondicionado que está en mi cuarto, de ahí seguirá con las goteras, las boquillas del piso de la regadera e ignoro cuántos "detallitos" más que ya pesan en esta casa.
Por si alguien todavía lo dudaba, lo reafirmo: Soy un hongo antisocial. Quiero estar sola en mi hogar con toda su quietud y silencios. Pues eso.

lunes, junio 07, 2010

La llave

4 de enero.

Hoy ha sucedido algo curioso. Últimamente tenía muy descuidado el estudio de mi marido y, esta tarde, cuando él había salido a dar un paseo, me dispuse a adecentarlo. Allí, en el suelo, delante de la estantería en la que yo había puesto un florero con narcisos estaba la llave. Tal vez haya sido tan sólo un accidente, pero no puedo creer que se le haya caído por puro descuido. Eso habría sido muy impropio de él. Lleva un diario desde hace muchos años, y jamás había hecho algo parecido.

Por supuesto, hace largo tiempo que conozco la existencia del diario. Lo guarda en el cajón del escritorio y esconde la llave en algún lugar entre los libros o debajo de la alfombra. Pero eso es todo lo que sé, y no tengo interés en saber más. Jamás se me habría pasado por la cabeza abrir ese cuaderno. Pero lo que me duele es que él sea tan perspicaz. Al parecer no se siente seguro si no se toma la molestia de encerrarlo y ocultar la llave.

Tanizaki, Junichiro (2002): La Llave. Barcelona: Muchnik Editores.