sábado, septiembre 05, 2009

Tal cual

Los ojos de Isolda, de la bella Isolda, se encuentran con los ojos de Tristán, el héroe triste y malherido. Ella mira la mirada de él, los bellos ojos de Tristán, mira esos ojos en tanto son ojos que miran. Lo que ve el sujeto amoroso es, pues, otro sujeto, otra autoconsciencia, que a su vez mira, se expresa. No se ama una forma, un objeto (“sus bellos ojos”), sino una demanda que es, a su vez, una respuesta (“unos ojos que mira”). La mónada se abre porque la otra mónada se abre también. Lo que de ello resulta es una relación: algo que destruye el carácter sustancial de los ojos y el carácter unilateral de la aprehensión formal de los objetos. La relación, la historia  -la pasión expresada en términos de relación, de historia- constituye la superación del monadismo solipsista del sujeto erótico y pre-pasional que no alcanza a percibir en el otro aquello que de él, y sólo de él, procede, su mirada. Conocer, en términos relacionales e históricos (entendiendo historia en el sentido, fuerte, de historia amorosa y pasional) consiste en conocer, a la vez, el propio conocimiento del otro y el conocimiento de otro hacia uno mismo, en una acción recíproca que no permite diferencia antecedentes ni consecuentes. En esa visión del otro, en esa visión de la visión que el otro tiene de uno mismo, en ese regreso hacia sí que catapulta un nuevo progreso hacia el otro, se halla el verdadero punto de partida de un conocimiento pasional que, en tanto se produce unilateralmente, no accede al territorio propio de la pasión en-y-para-sí. Si el dato inicial, inmediato, del conocimiento, de la pasión, lo constituye la singular percepción de “los bellos ojos” del otro, puede decirse que la mediación de ese dato, su elaboración, su proceso y su trabajo, lo constituye la respuesta de esos ojos, que no son ciegos, sino expresivos, pasionales a su vez.

El verdadero comienzo del conocimiento y de la pasión es, pues, “unos ojos que miran unos ojos que miran esos ojos”. Lo que el sujeto ve son los ojos que le miran y en tanto le miran. Y no por razón de que le miren a él, o no sólo por esa razón (no por causa de que él sea aquel en quien recae ese favor, esa gracia, esa elección), sino porque al mirarle se expresan: y es esa expresión lo que hace que el sujeto ame y se apasione. Amor y pasión intensificados por razón de que el otro sufre en sí mismo idéntico proceso.

 

De Eugenio Trías (1991): Tratado de la Pasión. México: CONACULTA/Mondadori. pp 146-147.

Imagen: Tristán e Isolda de William John Waterhouse.

3 comentarios:

Jo dijo...

mmm no entendi.. digo si entedi la explicación de todo pero cual es la metalectura.. contigo digo??

ophelias dijo...

Ah! pos que estoy leyendo el librito y me pareció muy neta.

Jo dijo...

mm yo que andaba pensando que te habia pasado algo igual.. digo con lo de la mirada