domingo, diciembre 11, 2005

Aquí todo sigue igual...

Mi hermano está en la ciudad. Tiene ya varias semanas rondando por aquí, pero justo el viernes cayó en mi casa. Le invité un bailey's. Según sus palabras, era lo más emocionante que le había pasado en el día. Salimos a recoger unos trabajos de mis alumnos y de ahí nos fuimos al coffee. Dos horas de charla sobre el pueblo, la gente, la familia.
Dos años en el defe, lo cambian a cualquiera. Sin embargo, entiendo su desesperación, su angustia ante la pasiva resignación de quienes vivimos aquí. Al final, mientras esperamos ganarnos 100 mil pesos con las taparoscas de la pepsi; seguimos manejando nuestros carros por calles con boquetes que envidiaría la luna, nos tomamos el café rodeados de los amigos y enemigos de toda la vida, nos engañamos con simulacros de diversión del tipo voy-al-cine o rentaré-una-peli porque ya sólo nos queda el ver historias porque pocas suceden en nuestro entorno.
Perdón, me corrijo, sí suceden historias. Suceden historias mejores que las que vemos en el cine o en la tele, pero preferimos fingir que no están ahí, como la innegable y palpable presencia de la corrupción rampante en el gobierno, el narcotráfico raspando los talones de la cotidianeidad (ojo, no hablo de drogas, hablo de infiltración y sicarios) y el tufillo agrio del cambio aparente en la arquitectura de la ciudad; esos visos de que ya no somos pueblo, pero que a fuerza de aburrirnos, nos confirman lo contrario.
Por eso, mientras nos tomábamos la tercer taza de café aguado, le dije: "Maestro, ¿qué esperabas? Aquí todo sigue igual, como cuándo estabas tú...", a lo que respondió: "Tienes razón, los Cadetes de Linares pudieron haber escrito esa canción pasado mañana y no perdería vigencia".
Hoy es pasado mañana y aquí todo sigue igual...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué sensación, justo ahora, cuando siento que el paso arrollador de las transformaciones urbanas dejaran su huella indeleble en la forma de vivir, en la forma de percibir la ciudad, en las maneras de ponernos en contacto, justo cuando la chingada planeación urbana y "las obras públicas" me tienen hasta la madre... qué diera por vivir en un rancho...ja ja ja bueno, bueno, pero con sus repectivas comodidades necesarias para alimentar el espíritu, como una gran taberna donde se pueda bailar encuerado, tirarse a un colchón a leer un par de ruidos ...

ophelias dijo...

Totalmente de acuerdo, lástima que no tenemos ni siquiera un antro pa bailar encuerados; puros remedos de bar, atascados de adolescentes (que pa colmo son mis alumnos ¡horror!). Eso sí, harto silencio pa leer, no lo niego.