martes, diciembre 13, 2005

Generacional

Nos encontrábamos reunidos los cuatro integrantes de la familia -como en los viejos tiempos- en rica plática de sobremesa. No es por quemar al jefe, pero, cual es su costumbre, empezó a sacar árboles genealógicos de cada individuo que se mencionaba al más puro estilo de: "¡Ah, por supuesto!, Fulanita debe ser la hija de Mengana, casada con Zutano, hermano de Arrangana que estuvo con tu tío Equis en la primaria y que me echaba los perros cuando estaba dando clases en la normal". Clásico del Inge.
Ya entrados en recuerdos, nos contaba de la vez que estuvo en el reciente funeral del tío Marcelo. El diálogo entre él y mi tío se desarrolló más o menos así:

Mi apá: Oye, ¿ya te fijaste?
Mi tío: ¿Qué?
Mi apá: Ya casi no hay viejos, como que los viejos ya no vienen a los funerales
Mi tío: ¿Cómo?
Mi apá: Pos sí, fíjate cómo nomás está ahí Don Fulano y Don Mengano, pero viejos ya no hay.
Mi tío: ¿Qué te pasa? ¡Pos si los viejos somos ahora nosotros!

Sobra decir que nos botamos de la risa. El Inge (a.k.a. mi jefe, pá, mi apá, papá) acaba de cumplir 62 años el pasado 7 de diciembre y me parece que ahora sí ya se le ve lo traqueteado. Sin embargo, la reflexión que siguió en mi cabecita después de la anécdota es que si mi papá y mis tíos ya son los viejos de los funerales, a mí ya no me queda más remedio que entrar dentro de la categoría de "los adultos" que asisten a este tipo de eventos.

¿Más ejemplos? Hace sólo un par de meses asistí a la fiesta de 15 años de la hija de una amiga quien sólo me lleva un par de años.
A mitad de borrachera con los cuates y mientras festejábamos trago en mano, alguien cayó en la cuenta... momento. La última vez que fui a una quinceañera fue de colada y ahora ¡soy la amiga de la mamá! Horror de horrores.

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