Dicen mis amigos que tengo una obsesiva compulsión por clasificar mis cosas. Clasifico mis libros, clasifico mis cds, clasifico mis películas, los archivos en la computadora…
Esto viene a cuento, porque, después de una larga jornada de edición que nos aventamos Blanca y yo, y ya más tarde Paco también, a mi amiga se le ocurre lo que sólo podría ocurrírsele a ella:
Blanca: ¿No sería chido que Claudia tuviera chingos de pelados, así como tiene películas?
Paco: ¿Cómo, cómo, cómo?
Claudia: (Frunce el ceño y pone cara de estúpida, ignora el comentario y vuelve a ver el monitor de la computadora)
Blanca: Sí! (Mira hacia arriba, en un punto vacío) Y que los tuviera clasificados: Los fresas, los guapos, los nerds, los junkies y así. Y luego vengo y ‘ay! Ya te compraste ese! Es nuevo, verdad?’
Claudia: (Entra en el juego) Sí, lo compré junto con ese lote de junkies que estaban en oferta, vienen con churro incluido.
Paco: … (sigue discretamente con la mirada el punto hacia donde ve Blanca).
Blanca: ¡Estaría chido! Préstame ése y ése y ése, éste otro no, porque está muy aburrido, te los regreso el fin de semana junto con las pelis.
Paco: ¿Y dónde me pondrías a mí?
Claudia: En el cajón de los amigos, en el del último recurso.
Paco: ¿Qué? ¡No marches!
Claudia: Sí, es el que estaría atiborrado de cuates y que no quieres nada con ellos. Ahí estarías tú, Chuy, Mussy, ya sabes, la banda.
Blanca: ¡Ay, sí!
Habrán de disculpar, pero estos debrayes sólo pueden ser producto de 10 horas de edición, dos litros de refresco, un chorrito de bacacho (yo), algo de marraneo con la comida y una cajetilla de cigarros. Prometemos no volverlo a hacer.
P.D. Feliz Cumpleaños JF!!!
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