lunes, mayo 08, 2006

Paranoia

(Del gr. παρανοια; de παρα, al lado, contra, y νóος, espíritu).

Me persiguen. No hay duda. Me persiguen.
Dice la señora que me ayuda en la casa, que es la lluvia, pero yo no le creo. Estoy segura de que me persiguen. Quieren sacarme de aquí.

Me siento como en ese relato de Calvino, casi al borde de la histeria y la paranoia. Y es que no es la primera vez. No.

Ya hace un año, empezaron los indicios del compló. Estaba en la quinta de un amigo cerca de Guadalajara. Se agolpaban alrededor mío sin que yo pudiera hacer nada. A lo más que llegaba era a deshacerme de unos cuantos a punta de golpes y gritos, pero nada. Cual hervidero obediente, alineado y constante me perseguían.

De regreso a mi casa, parecieron calmarse. Pero sé que esperaban agazapados, a la espera del momento propicio para volver al ataque.

Y han vuelto. Ahora en la forma de hileras negras constantes que se pasean alrededor mío. Cínicamente se regodean en su mayoría numérica. Y se burlan de mí en la cocina, en la regadera, en el estudio. Se pasean como soldaditos entrenados por la superficie de la casa, por dentro, por fuera, por arriba por abajo. Sólo en mi cuarto parece que tengo algo de calma y allí me escondo. Allí me alejo de la vergüenza de saberme superada.

Mis amigos dicen que lo ignore, que no es pa tanto; pero ellos no viven con esta presencia firme, inmutable, persistente.

Pinches hormigas. Pinches insectos. La traen conmigo. ¡Estoy segura que me persiguen! (Si alguien tiene el número de un buen fumigador, bueno, bonito y barato, se los agradeceré. Me están volviendo loca)

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